Con razón tienes miedo

“No temerá recibir malas noticias;
su corazón estará firme, confiado en el Señor”.

Salmos 112:7-8 (NVI)

“Y sonríe al futuro”.

Proverbios 31:25b (NVI)

            En la vida he luchado con una gran cantidad de temores. De pequeña, por ejemplo, me daban mucho miedo los ascensores. Quizás porque uno de mis compañeros de kínder me dijo que se podían caer y llegar hasta el infierno; y me daba pánico que eso me pasara a mí. Con el tiempo y con base en nuevas experiencias, comencé a desarrollar otros miedos: miedo hundirme en clase de natación, miedo a que me robaran en la calle, miedo al rechazo, al fracaso, a malos diagnósticos médicos.

            Lo interesante del asunto es que casi cada una de esas cosas me pasó. Recuerdo la primera vez que me quedé atrapada en un ascensor. Tenía 16 años y sentía que mi mundo se venía abajo, pero ¡sobreviví! En otra ocasión, casi me ahogo en una piscina con mi mamá. Mi papá nos rescató justo a tiempo. En la calle, me robaron dos veces, pero lo intentaron al menos cuatro. Me han rechazado, he fracasado y me han dado diagnósticos médicos que, aunque gracias a Dios no fatales, han sido poco favorables. Cada una de esas experiencias me enseñó algo importante: tenía razón en estar asustada.

            En el diccionario, se define miedo como “aprensión (temor) que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”. En cada uno de los casos anteriores, me asustaba la idea de que algo contrario a mi bienestar sucediera, y dichas situaciones pasaron, o estuvieron lo suficientemente cerca de pasar como para reconocer que sí dan miedo. Y, por el mundo caído en que vivimos, esta es una experiencia que todos tenemos en común.

            Aunque sé que esto no suena como el post alentador que quisieras leer, muestra una verdad importante. Por lo general, hay una razón legítima por la que nos asustan las cosas que nos asustan. Los peligros en la vida son reales; y no le hago un favor a nadie al decirle: “Eso no es tan malo” o “Eso nunca va a suceder” o “Eso no te debería dar miedo”. El problema no se arregla minimizando la realidad que enfrentamos o quitándole importancia al miedo que nos angustia.

El problema no se arregla minimizando la realidad que
enfrentamos o quitándole importancia al miedo que nos angustia.

            Si nada en este mundo asusta, nuestro Padre Celestial no necesitaría animarnos tantas veces a «no temer». Vivir, especialmente vivir en un mundo donde la polilla destruye y los ladrones entran a robar (Mateo 6:19), requiere valor y confianza en el Dios que ha vencido al mundo (Juan 16:33b). Su amor, que echa fuera el temor, es nuestra bandera y nuestra confianza porque estamos en un lugar que, sin ese amor, resulta increíblemente aterrador.

            Ante la posibilidad de circunstancias angustiosas e impredecibles, la convicción de Su presencia nos da la valentía necesaria para perseverar en un mundo donde, de acuerdo con Jesús, tendremos aflicción (Juan 16:33a). La razón por la que no tememos malas noticias no es porque creemos que estas nunca vendrán, sino porque escogemos mantenernos confiados en el Dios que nos sostiene y nos da la victoria a pesar de ellas.

            Cuando el temor toca la puerta, entiendo perfectamente por qué lo hace. Hay situaciones en el mundo que dan miedo. Por eso, he aprendido que vivir requiere que seamos hallados valientes, con la vista firme en Aquel que ha vencido el mundo. Es la única manera en que genuinamente podemos sonreír hacia el futuro: Dios ya está ahí.

Publicado por Natacha R. Glorvigen

Cristiana. Publicista. Bloguera. Dios me ha cambiado la vida y vivo para contarles a otros que Él puede hacer lo mismo por cualquiera.

2 comentarios sobre “Con razón tienes miedo

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