Parálisis por análisis

“En ocasiones, Natacha lucha con un caso de ‘parálisis por análisis’; en su deseo de hacer lo correcto, lucha para saber cuál es el mejor camino a seguir”.

Profesor

“Tu problema es que eres buena en lo que haces, pero no lo sabes”.

Compañero de trabajo

Hace un par de semanas, recibí las evaluaciones de mis pasantías en el seminario. Muchos de mis evaluadores dijeron cosas muy amables, las cuales agradezco bastante. Pero, también me hicieron ver cosas en las que necesito mejorar en el Señor; cosas que no había notado antes.

Uno de mis profesores escribió que, en ocasiones, lucho con “parálisis por análisis”. Jamás había escuchado de esto, pero en inglés parece ser una expresión bastante común. En esto consiste: quieres hacer todo perfectamente, pero tienes miedo a equivocarte. Entonces, piensas, analizas las opciones, recopilas más información, te saturas y, al final, te paralizas. No te mueves. No decides.

Las raíces de esto son el temor al fracaso, la inseguridad y el perfeccionismo. Se basa en esta idea de que el resultado esperado está nuestras mis manos si tan solo podemos hallar la decisión perfecta. Mientras analizamos, posponemos la toma decisiones y las acciones que se esperan de nosotros.

Analizar una situación no está mal. Es parte del proceso normal para la resolución de conflictos. Pero, el análisis produce parálisis cuando desconfiamos de nuestra habilidad para tomar la mejor decisión con base en lo que ya sabemos. Buscamos más tiempo para preguntar a otros, leer sobre el tema, pensarlo un poco más porque nos sentimos inseguros de nuestras capacidades. Si pudiéramos posponer la decisión por siempre, seguro lo haríamos.

Aunque no conocía esta lucha por nombre, sé exactamente de lo que habla mi profesor. Me pasa cuando estoy decidiendo cuál es la mejor interpretación de un pasaje de la Biblia. A veces me paralizo mientras decido si salgo o me quedo, o si debo aceptar una oferta de trabajo o no. No confío en mis conclusiones iniciales, de modo que me voy a ese lugar en mi mente donde creo que quizás, si analizo más y mejor, no me equivocaré. Nunca.

Pero “no equivocarse” está sobrevalorado. El fracaso al que tememos muchas veces no es tan fatal como suponemos. Gran parte de lo que significa madurar y crecer se basa en simplemente intentar, quizás fallar, aprender y seguir. En el proceso, también nos corresponde confiar en que el Señor ya nos ha dado muchas de las herramientas que necesitamos para decidir como conviene;; intentar y ver qué pasa. La búsqueda de la perfección a veces nos cuesta demasiado: nos deja paralizados por más tiempo del que debería.

Hoy, es mi cumpleaños. He pasado los últimos 31 años dudando de casi cada cosa que hago, mientras las hago. No estoy segura de que eso se quite con una conversación, un post, una evaluación o un cierto comentario. Pero, entro en este nuevo año de vida con las manos extendidas a mi Padre Celestial para que me brinde la gracia, la sabiduría, el valor y la fortaleza de no permitir que el miedo a equivocarme me paralice.

Este año, y los años por venir, espero poder decir que abandoné esa idea ilusoria de perfección, y que me atreví a equivocarme más y a torturarme menos. Con gozo, espero abrazar la convicción de que Dios me ha hecho más fuerte y capaz de lo que pensé; y que Él me concede que muchas de mis decisiones sean buenas decisiones. Y, en esas ocasiones en que falle, espero recordar que eso no es lo peor, porque así se aprende también.

Publicado por Natacha R. Glorvigen

Cristiana. Publicista. Bloguera. Dios me ha cambiado la vida y vivo para contarles a otros que Él puede hacer lo mismo por cualquiera.

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