Mi adicción a las celebridades cristianas

… Dios no tiene favoritos

Gálatas 2:6b

Yo no busco la aprobación de los hombres, sino la aprobación de Dios.

Gálatas 1:10

En mi caso, primero fue Joyce Meyer.
Después, al verlo en un congreso de jóvenes en mi iglesia, fue Jeffrey de León.
Luego de unos años, fue Andy Stanley.
Cuando comencé mi blog, fue Kari Jobe.

Siempre he tenido esta extraña fascinación por las celebridades cristianas. Vivimos en una cultura que “adora” a las personas famosas, y quizás yo lo he expresado a través de una profunda admiración hacia cristianos con ministerios reconocidos. Por años, ellos fueron para mí el modelo de cómo luce un “cristiano exitoso”.

Perseguir celebridades cristianas me ha llevado a no estar contenta con solo escuchar su música o verlos en la pantalla de mi teléfono. No. Yo he viajado hasta donde están. Yo he esperado bajo lluvia y sol para poder hablarles. A muchos de ellos incluso los he entrevistado. Cuando me vine a Estados Unidos, las cosas se facilitaron mucho para mí. En estos últimos cuatro años, he visto, al menos una vez, a cada cantante/autor/celebridad cristiana que he admirado. Con el tiempo, confieso que la “búsqueda de famosos” ha perdido un poco de su encanto.

Estoy en esa extraña posición en que los veo otra vez, pero ellos obviamente no saben quién soy. Me di cuenta, entonces, de que mi deseo realmente va un poco más allá de verlos. Yo he querido ser “una de ellos”. He querido ser reconocida por ellos e invitada a tomar un café. He buscado el privilegio de ser vista como su igual. Quiero conversar con ellos de ministerio, luchas, fracasos y victorias.

No sé qué tan común sea esta experiencia entre cristianos, pero de algún modo yo me convencí de que las celebridades cristianas son parte de un círculo especial; y yo he procurado ser parte de él. “Estas son las personas que Dios usa”, he pensado. “Estos son los grandes en la fe”. En mi mente, muchas veces ha cruzado la idea de que un ministerio para el Señor es validado por 1) una multitud frente a ti y 2) el respaldo de cristianos famosos que saben tu nombre y te mencionan en Instagram.

Pero, sin importar cuánto he procurado ser uno de los miembros de ese círculo exclusivo, no lo soy; y he comenzado a entender que quizás hay algo más sublime en esta vida que querer ser parte de él. He visto a cristianos famosos, he hablado con ellos, han firmado mis libros, nos hemos tomado fotos; y esto ha tenido cero impacto en mi habilidad de mostrar un carácter cristiano en mis relaciones con otros. Me he beneficiado, por supuesto, de los frutos de sus ministerios: sus canciones, prédicas, libros, mensajes, etc., pero verlos y querer convertirme en su mejor amiga no me ha hecho una mejor seguidora de Cristo. Al contrario, la última vez que viajé para ver a una celebridad cristiana, me sentí increíblemente avergonzada de lo que hacía.

No me malinterpretes: no tiene absolutamente nada de malo ir a un concierto cristiano a adorar junto a una persona cuyas canciones te han inspirado a tener una relación más cercana con Dios. No tiene nada malo acercarte a un predicador a quien el Señor ha usado para bendecirte. No es incorrecto expresar gratitud a un cristiano cuyo ministerio te ha ayudado en tu andar como creyente. Estas con motivaciones buenas, sanas y edificantes.

Pero, estas no siempre han sido mis motivaciones.

Hoy más que nunca, estoy convencida de que el éxito ministerial no está definido por las multitudes a tu alrededor o por “quién te conoce”, sino por tu fidelidad al hacer lo que Dios te ha llamado a hacer. Aunque esto es algo que yo toda la vida he creído, me arrepiento al decir que no siempre he vivido de esa manera. Muchas veces he actuado como si el “ministerio de verdad” solo ocurriera en las plataformas.

Sin embargo, no conozco pasaje en las Escrituras en que fidelidad a Dios signifique buscar ser contado entre “los grandes”. Me parece que es lo opuesto. Hasta donde sé, seguir a Jesús significa negarse a uno mismo y procurar con diligencia hacer nuestra parte para edificar el cuerpo de Cristo, sin importar quién lo note. Confieso que he definido y buscado el “éxito ministerial” de modos equivocados. Y, al hacer esto, como diría Simón Bolívar, “he arado en el mar y he sembrado en el viento”.

Por esa razón, cuando vea de nuevo a aquellos que llamamos “celebridades cristianas”, no quiero poner mis ojos en ellos, en su éxito numérico o en su fama. Al contrario, quiero poner mis ojos en su perseverancia al seguir la senda que Dios ha puesto delante de ellos. Quiero ser inspirada por su obediencia, y humildemente recibir aquello que el Señor les ha dado para mi edificación y la de otros creyentes. Oro que continúen con paciencia en la carrera de la fe, y que nosotros también hagamos lo mismo. Aunque agradezco las oportunidades que he tenido de verlos, ahora abrazo con fuerza esta época de mi vida en que entiendo con mayor claridad lo que es éxito en los ojos de mi Padre Celestial: seguirlo a Él y nada más.

Publicado por Natacha R. Glorvigen

Cristiana. Publicista. Bloguera. Dios me ha cambiado la vida y vivo para contarles a otros que Él puede hacer lo mismo por cualquiera.

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