Las oraciones que Dios responde

«Las oraciones respondidas son aún más difíciles de creer»

David Wilkerson

En mi último año de seminario, tomé varias clases de predicación. Enseñar desde el púlpito es el área ministerial a la que siento que Dios me ha llamado, así que me propuse aprender tanto como pudiera sobre esto.

Estas clases son esencialmente prácticas. Te asignan temas, libros o géneros específicos de la Biblia. Tú preparas el sermón y lo predicas frente a tus compañeros y el profesor; luego, ellos te dan sus impresiones. Aunque técnicamente estás “predicando”, se trata de un ejercicio evaluado que ocurre en un contexto artificial, con el propósito de ayudarte a mejorar.

Me siento increíblemente agradecida por todo lo que aprendí en estas clases, pero el proceso fue un tanto doloroso. No es fácil derramar tu corazón en un mensaje y luego escuchar: “Hablas muy rápido”, “no quedó claro tu punto uno”, “no se entendió la estructura del sermón”, “¿cuál era la idea principal?”, entre (muchos) otros. Nada de eso, repito: nada de eso, se hace con el fin de herir a la persona. A todos, nos piden hacer una evaluación honesta de los demás para que podamos crecer como predicadores.

Por lo general, tolero estos comentarios bastante bien: los considero y sigo adelante. Pero, al preparar mis últimos sermones, noté en mí una cierta ansiedad que no había experimentado antes. Tenía la rara sensación de que nada era lo “suficientemente bueno”.

En mi último sermón del año escolar, nos pidieron predicar sobre alguna “profecía no cumplida” en la Biblia, lo cual es algo que nunca había hecho antes. Escogí un pasaje en el libro de Isaías y comencé a trabajar en él. Preparé mi sermón y, a lo mejor de mi capacidad, lo practiqué hasta que se me quedó grabado en los huesos.

Cuando llegué a salón, estaba muy nerviosa, pero realmente no quería estarlo. Esta sería la última vez que predicaría delante de mi profesor y delante de estos compañeros. Nunca más tendría el privilegio de usar ese púlpito o de beneficiarme de un ejercicio como este. Era la última vez que haría esto, y no quería recordarlo con lamento. Entonces, oré. Le dije a Dios: “Señor, quiero disfrutar esto hoy. Nunca más voy a poder vivir una experiencia como esta, así que de verdad quiero disfrutar esto que estoy a punto de hacer”.

“Señor, quiero disfrutar esto hoy”.

Una oración

El pastor David Wilkerson escribió una vez: “Las oraciones respondidas son aún más difíciles de creer”; y estoy de acuerdo con él. Ese día en clase de predicación, para mi gran sorpresa, el Señor respondió mi oración.

Me levanté y abrí mi Biblia. Dije mis primeras palabras con voz temblorosa, pero, al cabo de unos minutos, me sentía como una fuerza indetenible. Enseñé con tanto gusto y con tantas ganas que al final ni siquiera me importó el feedback de los demás. Estaba convencida de que el mensaje había sido más que “suficientemente bueno”, sin importar lo que otros dijeran en el momento. Me pareció absolutamente increíble porque lo disfruté con todo mi ser.

Cometí errores, claro, y sé bien que estaré trabajando en ellos por el resto de mis días. Pero, cuando recuerdo ese día, no pienso en lo mucho que me equivoqué. Al contrario, pienso en cuánto disfruté lo que hice mientras lo hacía. Esta experiencia renovó en mí la convicción de que:

1) Podemos venir a nuestro Padre Celestial y pedir lo que sea que necesitemos en cualquier circunstancia (Filipenses 4:6-7), y

2) En Dios, es posible disfrutar nuestras tareas cotidianas (Eclesiastés 2:24).

Lo mejor de todo es que estas verdades eternas están disponibles para cualquiera que las crea. Esto no me pasó a mí porque yo sea muy especial. Esta historia no se trata de mí o de lo que yo puedo hacer. Se trata de Dios y de lo que Él puede hacer. Yo vine a delante de Él con dudas, nervios y mucho temor, ¡y Él cambió la situación en un instante! Me llenó de valor, gracia y gozo, y esto está disponible para cualquiera que haga una oración. No digo que Él siempre actuará tal como pedimos, pero a veces nos sorprende haciendo justamente eso y más.

Publicado por Natacha R. Glorvigen

Cristiana. Publicista. Bloguera. Dios me ha cambiado la vida y vivo para contarles a otros que Él puede hacer lo mismo por cualquiera.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: