El logro de muchos: reflexiones de mi graduación

Luego de 4 años en el Seminario de Dallas, llegó el día de mi graduación. Es uno de esos momentos difíciles capturar con fotos o palabras. Tiene un “algo especial” imposible de mostrar o describir. Mientras estaba sentada esperando mi turno, pensé en todas las personas que me ayudaron a llegar a este lugar. Pensé en la mano soberana de Dios guiando cada paso en el proceso. Recordé mi primer día de clases y mi primera clase griego. Graduarse es un instante que solo cientos de millones de instantes hacen posible.

Este post es egoístamente para mí. Me permito usar este espacio para dejar por escrito lo que creo que debe recordarse de ese día. Aunque no es de gran importancia para todos que yo hable de estas cosas, significan tanto para mí que, plasmarlas aquí, es mi pequeña forma de hacerles justicia.


El conocimiento envanece, mientras que el amor edifica
1 Corintios 8:1

Me gustaría decir que soy mejor cristiana porque tengo un título de teología del Seminario de Dallas. Quisiera que fuera así de fácil: estudiar, escribir, leer y ya. Me gustaría pensar que esta graduación significa que he llegado a un cierto lugar de madurez espiritual que garantizará mi efectividad en el ministerio. Pero, sé bien que no es así.

No es la cantidad de conocimiento lo que nos marca como verdaderos creyentes, sino el uso de ese conocimiento para la edificación de los demás. Oro para que en los días por venir sea hallada usando lo que aprendí para el servicio de los demás. He escogido una vida en la que se supone que nunca se trate de mí. Pero, no hay una maestría que te enseñe a renunciar a ti mismo. Para eso, necesitamos a Dios. Una maestría es una herramienta y nada más. Que Dios nos conceda usar nuestras herramientas y talentos para algo más grande que nosotros mismos.

El Rey les responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos,
aun por el más pequeño, lo hicieron por mí”

Mateo 25:40

Anna Freeman me fue a buscar en el aeropuerto cuando llegué a Dallas el 14 de agosto de 2018. Mi primera compañera de cuarto me regaló una laptop porque no tenía dónde hacer mis trabajos. Mi mamá me llevó a la embajada a sacar la visa. La sra. Marilyn y el sr. Manuel me dieron hospedaje en Caracas mientras hacía el trámite.

Mi papá pagó las clases de inglés y me llevó todos los días al Cevaz por un año y medio para que aprendiera. La sra. Neila, el pastor Kenneth y Moika llenaron mis cartas de recomendación para el seminario. Fue mi mejor amiga/hermana Macsy quien me regaló 100 dólares antes de montarme en el avión porque me venía sin dinero. Fue mi prima Geovanna quien me dio la primera ofrenda para mi ministerio. Mi tía Nere me regaló una chaqueta para cuando hiciera frío en Texas. Fue el Dr. Ortiz quien me dio mi primer trabajo. Y, como ellos, hay muchos más.

Subí y recibí este reconocimiento sola, pero para mí es muy importante aclarar que no lo hice sola. Espero que me alcance la vida para honrar lo que otros han hecho por mí. Pero, más allá de lo que yo pueda hacer, oro que Dios les conceda una gran recompensa por bendecir tanto a una de los Suyos.

Esposos, amen a sus esposas
Efesios 5:25

Nada evidencia más el carácter de un hombre cristiano que el modo en que trata a su esposa. Este fin de semana, mi esposo Josué dio todo de sí mismo para hacerme sentir amada y celebrada. Me permitió vivir estos días al máximo y, cuando todo terminó, me sostuvo mientras lloraba porque mis papás no pudieron estar.

Agradezco infinitamente a Dios por haberme graduado. Estoy feliz de haber estudiado teología y de haber aprendido tanto. Pero, esto no se compara con el orgullo que siento de llevar el título de la esposa de Josué Glorvigen. Es un regalo de Dios. Esperé mucho por él, pero con gusto esperaría de nuevo. Lo honro con estas palabras porque se negó a sí mismo y procuró mi felicidad sin pedir nada a cambio. Sé que Josué ama a Dios porque veo cómo me ama a mí.

Dios sabe cuánto los amo y los extraño
Filipenses 1:8

Es curioso como en un día tan importante, todo lo que queremos es tener gente alrededor que se alegre por nosotros. Creo que viene de que, en el fondo, todo reconocemos que el gozo es mejor cuando es compartido. Celebro a la familia que me pudo acompañar en estos días especiales y me hizo sentir tan querida. Agradezco también a Dios por la familia y los amigos que no pudieron estar, pero que celebraron conmigo desde la distancia. Aunque dolió mucho no haber podido estar juntos, me transmitieron su amor de todas las formas en que pudieron expresarlo. ¡Los amo!

Hijo mío, no te olvides de mis enseñanzas
Proverbios 3:1

No hay nada como ver a los profesores del seminario sentados juntos mientras sus estudiantes se gradúan. Nada se le parece. Es un honor porque, como estudiantes, somos el fruto de su ministerio. Por años, estos hombres y mujeres han estudiado y han hecho sacrificios para estar en ese lugar. Su sueño ha sido dedicar sus vidas a ayudar a otros a servir al Señor mejor. Los amo, los admiro y los respeto. En especial, estoy agradecida por profesores como: Dr. Adair, Dr. Kreider, Dr. Burer, Dr. Horrell, Dr. Won y Dr. Ortiz por invertir tanto en mí. Agradezco sus consejos y su confianza en lo que Dios ha puesto en mi corazón.


Graduarme fue una de las experiencias más extraordinarias de mi vida. Amo a Dios y estoy agradecida por la vida que Él me ha dado en Su hijo, Jesús. Y doy gracias a Dios también por ti, por leer estas palabras y hacerte parte de esta historia, al menos por un instante.

Deja un comentario

Crea una web o blog en WordPress.com