La nueva temporada de “The Crown” (La Corona) ya está disponible en Netflix.
Amo la serie y creo que disfruté todos los capítulos. Sin embargo, el séptimo se quedó por completo con mi corazón.
Se llama “Moondust” (Luna Llena). Cuenta un poco la historia de cómo la llegada de Neil Armstrong impactó profundamente al príncipe Felipe, el esposo de la reina Isabel II.

Para el príncipe, un logro de tal magnitud era la mejor forma de alcanzar plenitud en el corazón. A su modo de ver las cosas, nada podía compararse con la emoción de hacer una hazaña tan significativa para la humanidad.
De eso se trata la vida, pensaba. Eso es el todo del hombre. Cuando logras algo así de grande, se arregla lo que está roto en el interior. Encuentras paz. Se sacia el corazón.
El príncipe Felipe estaba convencido de que hacer algo, algo grandioso, era la clave para llenar los vacíos del alma. La satisfacción de haber dejado una huella en el mundo valida tu existencia. Y, por tanto, hace que todo esté bien.
Sin embargo, cuando el príncipe pudo reunirse con los tres astronautas que hicieron aquella hazaña espacial, se dio cuenta de que para ellos no representaba el momento que dio sentido a sus vidas.
Llegar a la luna no los convirtió en superhombres sin problemas, luchas o dudas. En aquella reunión, Felipe vio a tres simples hombres que regresaban de hacer su trabajo y nada más.
Entonces, la pregunta se volvió clara para él: si hacer algo de tal magnitud no te hace sentir pleno y completo, ¿qué lo hará?
Al final, el príncipe se da cuenta de que la verdadera respuesta está en la fe.
Sin fe, sin confianza en el creador y sin Dios, incluso los más grandes logros son fríos e insuficientes. No traen contentamiento. No quitan el vacío que sentimos al andar.
Sin embargo, en fe, en Dios y con la convicción de que servimos a un creador, encontramos gozo y paz incluso en las cosas más pequeñas.
Es Dios quien llena el vacío. Es un don Suyo lo que hace que podamos disfrutar las cosas alrededor. Sin Él, no hay hazaña grande o pequeña que pueda satisfacer. En cambio, el verdadero regocijo lo hallamos cuando le permitimos a nuestro corazón abrazar la fe.
Aunque no hay forma de saber si esta historia realmente le sucedió al príncipe Felipe, sé que al menos me ha sucedido a mí. No con cohetes y viajes a la luna, pero sí con otra clase de sueños y metas en el camino.
En el pasado, he pensado que conseguir “esto” o “aquello” me dará una vida de significado. He creído que me hará plena y feliz. Sin embargo, pienso que he alcanzado suficientes sueños hasta ahora para saber que eso no es así.
Es una vida de fe en el Creador lo que da verdadero significado a la vida. Conocerlo a Él y seguirlo con el corazón es lo único que verdaderamente llena los vacíos y pinta nuestros grises de colores. Es Él, no los viajes espaciales, la verdadera fuente de sonrisas sinceras y paz inagotable.
Amén. Amén….asi lo creo….gracias Naty por enseñanzas tan verdaderas y hermosas como esta..siento que mi alma se identifica y es ministrada totalmente..Bendiciones mi amada…te abrazo!
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¡Qué bueno, tía! Me bendice que te ministre. ¡Te amo!
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Sin duda alguna, es así, nada puede llenarnos, de el proviene todo, gracias Nata por recordarnos que es lo que realmente le da sentido a nuestras vidas!!
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¡Améen! Gracias por leerlo, Ani. Un abrazote para ti.
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