De oídas había oído hablar de ti,
pero ahora te veo con mis propios ojos.Job 42:5
Me pasó la primera vez que vi a Christine D’Clario.
Lo recuerdo con la claridad: 1ero de abril de 2012.
Había escuchado mucho de ella, pero no estaba del todo familiarizada con su música, su historia o su creciente influencia en América Latina. Solo me sabía dos de sus canciones. En serio. Solo dos.

El grupo de adoración de mi Iglesia, que sí la conocía bien, la invitó a uno de nuestros servicios dominicales. Llegué súper temprano para conseguir un buen puesto, ¡y me alegro mucho de haberlo hecho!
Fue increíble. Todo.
Sus canciones, su testimonio, su pasión.
En medio de la adoración, mis lágrimas fluían como un río. Incontenible. Inagotable. La sublime presencia de Dios me arropó por completo.
Me buscó con Su amor… y me encontró, me hizo pedazos y me armó de nuevo.
Cuando llegué a mi casa, me arrodillé en mi cuarto y le dije a Dios:
Si alguna vez quieres usarme para algo,
quiero que sea para algo así de genuino.
No quiero fingir. Quiero que sea así de real.
Porque después de haber vivido una auténtica experiencia con Dios, decidí que nunca quería ser parte de algo menos que eso.
Es fácil hablar de Dios. Escribir cosas que parezcan correctas. Grabar videos que suenen bien.
“Él te ama y te perdona”, “Sus planes son mejores que los nuestros”, “Su presencia es lo más importante”. He ido a la Iglesia por años. Me conozco todas las frases. Podría hacer posts el resto de mi vida acerca de ellas incluso sin sentirlas, pensarlas o vivirlas.
Pero, no quiero eso. Quiero que sea tan real como ese 1ero de abril.
Quiero hablarles a las personas de ese Dios que te toca y te transforma para siempre, pero con la base de que lo hizo por mí primero.
Me da fatiga la sola idea de pensar que puedo hablar de un camino que no sigo. De una vida que no vivo; o repetir frases solo porque otros las repitieron antes de mí.
Este es el anhelo de mi corazón: ser tan genuina como me sea posible. No quiero escribir de un lugar en el que no he estado. De un Dios al que no conozco. De un Jesús al que no sigo.
Solo una experiencia real con Él nos marca la vida, y mi oración es que juntos podamos ser el canal a través del cual esas experiencias puedan fluir y alcanzar a otros; y que nunca llegue el día en que nos conformemos con menos.

Replica a Natacha Ramos Cancelar la respuesta