El argumento por excelencia para la defensa de una posición cristiana es: «La Biblia lo enseña», «Es cierto a la luz de la Biblia» o el clásico «Es bíblico». Lo hemos escuchado una y otra vez de pastores, predicadores y, más recientemente, de influencers cristianos. Estas frases sugieren que en la Biblia encontramos alguna verdad o principio aprobado por Dios, pero ¿cómo funciona esto? ¿Acaso encontramos esa enseñanza en el texto bíblico palabra por palabra? ¿O cierta historia de la Biblia muestra claramente ese principio? ¿Cómo decidimos que algo es «bíblico»? Más importante aún, ¿cómo distinguimos lo bíblico de lo antibíblico? Para responder estas preguntas, en este post exploraremos el significado del término «bíblico»; y evaluaremos su uso y validez en la defensa de posturas cristianas. Para ayudarnos en esta tarea, primero analizaremos lo que el término no significa.
LO QUE «BÍBLICO» NO SIGNIFICA
Cuando escuchamos el término «bíblico», instintivamente pensamos en que cierta declaración «está en la Biblia» y, por tanto, debemos afirmarla y obedecerla. Sin embargo, esa definición básica tiene sus limitaciones en la defensa de convicciones cristianas. Al explicar qué creemos y por qué; presentar una postura como «bíblica», en el sentido de «la Biblia lo dice», no es suficiente. Al fin y al cabo, no todo en la Biblia es un ejemplo que debemos seguir o una verdad que debemos creer. Por ejemplo, en Génesis 3, Satanás, el tentador, contradice a Dios al decirle a Eva: «Si comes este fruto, no morirás». Esa mentira es bíblica, en el sentido de que «aparece en la Biblia». Pero, sabemos que no vino de parte de Dios. El texto bíblico, que registra las verdades eternas de Dios, también nos muestra hechos y palabras de demonios y hombres pecadores. Para nuestra instrucción, encontramos ejemplos buenos y malos, declaraciones falsas y verdaderas.
Además, por la distancia temporal y cultural de la Biblia, muchas veces debemos adaptar el texto bíblico a nuestra realidad contemporánea. En el proceso, entendemos que algunas instrucciones no aplican a nosotros. Por ejemplo, en 2 Timoteo 4:13, el apóstol Pablo le pide a Timoteo que le traiga la capa que dejó en Troas. Esta instrucción es bíblica en el sentido de que «está en la Biblia»; pero no se trata de una verdad que tú y yo debamos poner en práctica hoy. Por tanto, el significado de «bíblico» usualmente trasciende la simple idea de que algo tiene un capítulo y versículo en la Biblia.
LO QUE «BÍBLICO» SÍ SIGNIFICA
Por lo general, cuando una persona usa el término «bíblico» para referirse a una enseñanza afirmada por el mensaje general de la Biblia. En otras palabras, cuando interpretamos la totalidad de la Palabra de Dios, llegamos a la conclusión de que el Señor aprueba X, desaprueba Y o espera Z de nosotros. Cuando alguien dice: «La Biblia enseña esto» comunica que, indiscutiblemente, ese es el mensaje del Señor para nosotros. Esta definición, sin embargo, trae algunos problemas.
PERO ¿QUÉ ENSEÑA LA BIBLIA?
Para decir que la Biblia en su totalidad enseña o no enseña algo, y dejarlo hasta ahí; debe tratarse de una declaración doctrinal irrefutable para los creyentes; una verdad esencial que ningún cristiano dispute y que se haya mantenido consistentemente a través de la historia. No hay muchos temas en esa categoría; pero, aquí menciono algunas: el amor de Dios hacia la humanidad, la redención a través de Jesucristo, la salvación por gracia, la Trinidad de Dios, la resurrección de entre los muertos, la Segunda Venida de Cristo. Estos son pilares fundamentales de nuestra fe. Si alguien va a llamarse cristiano, va a afirmar estas verdades esenciales. No hay ninguna interpretación del texto bíblico que pueda llevarnos a una conclusión diferente. Con confianza podemos decir: «La Biblia, en su totalidad, enseña estas cosas».
NO SIEMPRE ESTAMOS DE ACUERDO
Ahora bien, como mencioné antes, hay muchas diferencias entre la audiencia original del texto bíblico y nosotros. A veces debemos tomar algunas decisiones respecto a cómo adaptar las verdades de la Escritura a nuestra realidad contemporánea. Desafortunadamente, entre cristianos no siempre estamos de acuerdo con cómo hacer eso. Ciertos textos no tienen un equivalente directo en nuestro tiempo, como el uso del velo en la mujer indicado en 1 Corintios 11:13. En casos como este, los creyentes actuales debemos tomar una decisión. La instrucción es bíblica en el sentido de que está en la Biblia, pero los creyentes diferimos en cómo ponerla en práctica. Algunos grupos cristianos aplican este texto tal como lo hacían los cristianos en el siglo I; es decir, las mujeres de esas congregaciones usan velo. Otros cristianos dejan el uso del velo atrás; pero, extraen el «principio bíblico» y lo aplican con algún equivalente cultural actual. Sin embargo, entre creyentes, no siempre hay acuerdo sobre cuál es el principio bíblico en cuestión.
Asimismo, en la Biblia encontramos historias y versículos de difícil interpretación. El mismísimo apóstol Pedro admitió que en las cartas del apóstol Pablo había comentarios difíciles de entender (2 Pedro 3:16). Estos pasajes nunca caen en la categoría de verdades esenciales de la fe cristiana. Nunca van a contradecir aquello que ha sido confesado por todos los creyentes, en todas partes y siempre. Pero, sí tocan aspectos doctrinales secundarios: creencias importantes, pero no fundamentales; asuntos de opinión, interpretación o posición teológica, como el uso del velo en la iglesia. Otros ejemplos de doctrinas secundarias son el rol de la mujer en la iglesia, el método de bautismo, el rapto y la tribulación, el liderazgo en la iglesia y los dones del Espíritu Santo. En esos casos, decir «esto es bíblico» no es suficiente argumento porque cristianos fieles a la Biblia sostienen diferentes interpretaciones de algunos pasajes.
Finalmente, cuando defendemos una doctrina cristiana, esencial o secundaria, con el simple argumento de que «la Biblia lo enseña»; quedamos a merced de quien lo dice. Si una persona afirma que la Escritura enseña X, pero no nos muestra dónde; no tenemos forma de verificar lo aprendido.
CONCLUSIÓN
El argumento de que algo es «bíblico» no nos traería problema si todos estuviéramos de acuerdo con lo que la Biblia enseña o si todos manejáramos el mismo conocimiento de lo que la Palabra dice. Pero, los cristianos tenemos distintas posiciones teológicas y diversos niveles de conocimiento de la Escritura. Por tanto, la declaración de que una postura es «bíblica», por sí sola, no tiene tanto peso o valor como quisiéramos creer. No ayuda a quienes están tratando de formarse una opinión. En cambio, cuando declaramos algo como «bíblico», debemos explicar por qué. Si afirmamos que la Biblia enseña algo, debemos mostrar dónde. El simple argumento de que una posición es «bíblica» NO es suficiente. Debes poder verlo por ti mismo y enseñarles a otros dónde encontrarlo. Si te dicen: «Esto es bíblico»; pregunta, «¿Dónde lo veo?». Desafortunadamente, el uso del término «bíblico» se ha convertido en un comodín para no hacer el trabajo de justificar cuidadosamente nuestras posiciones a la luz de la Palabra. Así pues, si tú enseñas la Biblia, tienes la responsabilidad de explicar de qué capítulo y versículo viene tu conclusión. Si estás aprendiendo de otro, no aceptes una idea solo porque esa persona la llama «bíblica», sea quien sea. En cambio, hagamos el trabajo de ver por nosotros mismos lo que la Biblia dice. Así, nos convertiremos en mejores estudiantes y transmisores de la Palabra de Dios.


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