«…todos mis caminos te son conocidos«
Salmos 139:3b
Josué y yo estábamos en una clase de misiones en nuestra iglesia. Como parte de la lección, la persona que estaba enseñando nos preguntó uno por uno quién nos había presentado el mensaje del evangelio por primera vez. Por increíble que parezca, no recuerdo que alguien me hubiese hecho esa pregunta antes.
La mayoría de las personas en la clase contestó algo similar: “Crecí en un hogar cristiano y, en algún momento, tomé conciencia del mensaje que mis padres me habían hablado por años”. Mientras escuchaba a los demás responder, trataba de ubicar en mi mente ese momento preciso en que entendí lo que la muerte y resurrección de Jesús realmente significaban para la humanidad.
Cuando encontré la respuesta, me dio un poco de pena decirla porque no se parecía al resto. De hecho, sonaba un tanto fuera de lugar. Pero me armé de valor y lo dije: “También crecí en un hogar cristiano, pero la primera vez que recuerdo haber entendido el mensaje del evangelio fue cuando lo leí en un blog”.
Un blog.
De todas las personas o lugares posibles. Un blog.
Así es como fue evangelizada.
En ese momento, se me vinieron a la mente detalles que parecía haber olvidado: era un blog con fondo negro y letras azules y amarillas. Un horror de combinación. Pero, yo tenía preguntas, y ese blog estaba entre las primeras opciones del buscador; así que entré, leí y aprendí. Repetí una oración que se encontraba al final del post y no fui la misma desde entonces. Es decir, una persona que no conozco y que no me conoce escribió una publicación que me guio en la oración más importante de mi vida.
Ese día, al finalizar la clase, me parece que comprendí algo acerca de mí misma: “Quizás la razón por la que me siento tan atraída al ministerio digital es porque, de alguna forma, Dios me encontró a través de una persona que estaba haciendo ministerio digital”. Me resulta imposible no verle valor a esta clase de ministerio, porque soy la prueba viviente de que sí hace falta. Las personas escribimos en Google las preguntas existenciales que, por muchas razones, no nos atrevemos a hacer en público.
Desde el anonimato, abrimos nuestro corazón con la esperanza de que unas cuantas palabras clave nos lleven al lugar donde se aclaren nuestras dudas y donde podamos renovar nuestra fe y nuestra esperanza. Antes de ir a una iglesia, antes de hablarlo con otro, antes de comprar un libro, muchos preguntamos a las redes, al mundo virtual. Y, por esa razón, ahí es donde quiero estar.
Hacer esta vida digital es increíblemente estresante a veces. Me pone ansiosa. Me hace sentir un poco tonta. Me invita a compararme sin parar. Pero, también me divierte. Me desafía a aprender. Me ayuda a no tomarme tan en serio. Y, además de eso, creo que es el instrumento que Dios usa para hablarles a personas que nunca conoceré, pero que Él conoce bien.
Esta vida digital es el instrumento que Dios usa para hablarles a personas que nunca conoceré, pero que Él conoce bien.
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Pienso que Dios, en su sabiduría, mientras leía aquel post hace tantos años y me persuadía a seguirle, de algún modo también estaba apuntando hacia aquello que llegaría a hacer mucho tiempo después. Me llena el corazón pensar que nada de esto es un accidente, que tal vez así es como lo planeó desde el principio; y que de mi parte la mejor respuesta es simplemente dejarme llevar.

Ey Natacha! Tanto tiempo!!! Leerte me hizo recordar por qué a pesar de tantos años estar en lo mismo, continúo sirviendo a la evangelización de la niñez: recibí a Cristo en mi niñez en una Hora Feliz (Club de Buenas Nuevas) y eso transformó mi destino. Por eso hoy, a mis 43 años! sigo capacitándome, capacitando, pregonando la importancia de evangelizar a la niñez.
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Wow! Muchas gracias por compartir ese hermoso testimonio y por trabajar fielmente en un ministerio tan importante. Sí, creo que se nos hace natural servir a otros en el mismo lugar donde Dios nos encontró. ¡Un abrazo!
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