Recibir de parte de Dios las cosas que anhela mi corazón me enseña mucho acerca de quien es Él como Padre.
Veo Su mano fiel en lo que me rodea. En más de una oportunidad, Él ha cumplido mis sueños de forma abundante y extraordinaria. Cualquier plan que tenía en mi cabeza para los días por venir lo he visto desmoronarse para dar a paso a un plan mucho mucho mejor.
Sin embargo, mentiría si dijera que no hay momentos en los que mi corazón sueña y pareciera que no hubiera respuesta. Y esta es una gran escuela también.
Con el tiempo he descubierto que no recibir de parte de Dios las cosas que anhela mi corazón me enseña mucho acerca de quien soy yo.
A nadie le cuesta ser agradecido cuando ve delante de sus ojos lo que quiere. Eso es fácil vivirlo. Yo he estado ahí. En cierto modo, yo estoy ahí.
Pero, en ocasiones, frustra cuando elevamos las manos al cielo, pedimos con el alma y no vemos. Se siente como estar abandonado. Yo también he estado ahí. De hecho, de algún modo, yo también estoy ahí.
Básicamente, me encuentro en ese lugar incierto en el que me regocijo por las bendiciones recibidas, pero no dejo de soñar y esperar por las que parecen faltar. Es como si, sin importar todo lo bueno alrededor, siempre hubiera algo más por alcanzar. Nada parece ser suficiente.
No sé si esta sea la experiencia de todos, pero “no recibir” me resulta increíblemente agotador. Me canso de hacer excusas por lo que no veo, de buscar lo positivo en la situación, de escribir “mi aprendizaje”. No quiero aceptar que perdí. No quiero sentarme y decir que en realidad todo es mejor así, porque en el momento no creo que lo es.
No quiero acostumbrarme a vivir de esa manera. No quiero escribir acerca de ello. No me gusta. Quizás por eso me rebelo un poco más de lo que debiera.
Quisiera yo que Dios siempre me respondiera con “sí”, “ahora”, “está bien”. Y a veces Él sí lo hace, solo que a veces también dice “no”, “después”, “eso no”.
Debo recordarme a mí misma que Dios no es un Padrino Mágico y este mundo no es “una fábrica de cumplir deseos”, como diría John Green.
No tiene nada de malo esperar buenas cosas. Soñar por más. Creer por mejor. Deberíamos hacerlo. Pero, también deberíamos aprender a hacer algo que no quiero hacer, pero que sé que debo hacer.
Vivir en este mundo también significa aprender a vivir gozosamente con lo que no recibimos, confiando en que mi futuro y todas mis cosas están en manos de Aquel que dio su vida por mí.
Se trata de caminar con la certeza de que Él sabe más y que, en última instancia, vivo por algo más que aquello que puedo conseguir en este mundo.
No recibir, incluso si se trata de “no recibir por ahora”, duele. A veces, duele mucho. Sin embargo, creo que comienzo a entender que recibir y “recibir todo ahora” tampoco puede darme aquella tan soñada plenitud, porque he estado en ambos escenarios. Y nunca ha sido suficiente. Siempre quiero más.
Entonces, tal vez, la respuesta no está en recibir o en no recibir, sino en aprender a estar contento en cualquiera que sea nuestra circunstancia, en abundancia y en escasez (Filipenses 4:11-13), porque ambas temporadas llegan a todos y, con frecuencia, más de una vez.
Este es el secreto: hallar gozo mientras confiamos en nuestro Padre Celestial sin importar lo que vemos o lo que no. Espero que Dios me conceda la gracia y la sabiduría para vivir esa manera.
Ay Natacha! Qué difícil que es! De alguna manera -tal vez irracional, hilarante- me reconforta saber que no soy la única que está en ese lugar… Pero aún así sigue siendo difícil… Gracias por escribir con tanta sinceridad, por aportar esperanza y dirección. Me uno a tu deseo y oración: que Dios nos de gracia y sabiduría para vivir cada día. Te abrazo fuerte a la distancia!
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Gracias por esto! Siempre es bueno saber que no estamos solos en nuestras luchas. ¡En Dios, seguimos adelante!
Me gustaMe gusta