Hace unas semanas finalmente vi Los Vengadores: Endgame.
Fui en busca de respuestas: ¿Vuelve Spider–man? ¿Hulk y Black Widow finalmente resuelven sus diferencias y son felices para siempre? ¿Muere alguien importante? ¿Qué pasarás con Thanos?
ATENCIÓN: si no has visto “Los Vengadores: Endgame” y no quieres spoilers, quizás debas venir después, porque aquí encontrarás UNO (quizás un poco importante).
Tú sabes, respuestas, luego de 11 años de preguntas.
Pasó, sin embargo, algo que no esperaba. En medio de (las tres horas) de película, encontré algo que no buscaba, pero que seguramente necesitaba.
Desde el principio de Endgame vimos que Thor quedó (visiblemente) afectado por la (aniquiladora) derrota contra Thanos en Infinity War. Estaba deprimido porque falló, porque no pudo hacer mejor cuando le tocó pelear.
En una de las escenas más emotivas de la peli, vemos cómo Thor tiene una conversación con su mamá, Frigga (a quien encontró porque viajó al pasado).
Su mamá le dice que él no es un idiota por sus errores en batalla; solo es un fracaso (tan linda).
Luego, añade: “¿Sabes lo que eso te hace? Te hace exactamente igual a los demás”.
Ella no se detiene allí, pero yo lo haré porque esa, justo esa, fue la frase que me marcó.
Todos fracasan en algún momento de su vida. Todos fallan. Sin embargo, cuando se trata de nosotros parece el fin del mundo.
Que otro no haya podido lograr una meta nos parece tolerable; pero, cuando nos toca a nosotros, no hay perdón disponible.
Nuestro orgullo nos dice: “No, tú no. Tú naciste para ganar. Tú triunfas, aunque los otros pierdan. Tú haces bien las cosas”.
Entonces, llega ese día. El día en que no se dio lo que esperábamos. El día en que no pudimos pagar las cuentas. El día en que no conseguimos el trabajo. El día en que no logramos vencer a Thanos. El día en que no fuimos David frente a Goliat, sino uno de los soldados escondidos en la cueva.
Fracasamos.
Y duele por muchas razones, pero especialmente porque no pensábamos que nos pasaría a ti y a mí.
Pero, sí pasa. Siempre pasa.
Llegan tiempos en los que dudamos y fallamos. Nos damos cuenta de que no somos los héroes perfectos que creíamos, y eso está bien, porque nadie lo es.
Nos toca perdonarnos por eso y empezar de nuevo.
Fracasamos como todos fracasan, ¿y qué? No somos perfectos e invencibles como creíamos, ¿y qué?
Somos imperfectos como lo demás; y en Dios podemos aprender a estar en paz con eso.
Podemos sacudirnos el polvo y hacer lo que los vencedores saben hacer mejor: ponerse de pie y, pues, seguir.
Una lectura muy refrescante!
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¡Muchas graaacias! ❤
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Awww! Me encanta ♥♥ estando aquí en Venezuela uno piensa que ha fracasado en todo jajaja nuestros planes y proyectos, que teníamos hace un tiempo atrás, se han desboronado debido a tantas cosas y lo generalizó porque se que no soy la única… Gracias por cada Post Nata, nos haces entender que no estamos solo y nos motivas a seguir !!
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Creo que todos los venezolanos somos ejemplo de perseverancia, valor y mucha fe. ¡Confiamos en que mejores cosas vienen pronto! Te amo, Ani ❤
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