Todavía vale la pena creer

“No temas, cree solamente”.

Marcos 5:36

Jairo era uno de los jefes de la sinagoga en los tiempos de Jesús.

—Las sinagogas son el lugar de aprendizaje y oración del pueblo judío, lo equivalente a las iglesias para los cristianos—

De modo que este hombre, Jairo, era una figura religiosa importante en la época. Un líder.

Sin embargo, estaba atravesando un momento muy difícil y doloroso, tal como les pasa incluso a los líderes. En este caso, la situación era crítica para él: su hija se estaba muriendo.

En un intento desesperado, Jairo buscó a Jesús, a pesar de que este carpintero de Nazareth no estuviera en los mejores términos con las figuras religiosas importantes como él.

Simplemente reconoció que era su única esperanza.

Así que se echó a sus pies y le rogó mucho para que fuera hasta donde estaba la niña y le impusiera las manos, pues tenía la convicción de que así sanaría y viviría.

Más allá de lo que se dijera en contra de Jesús, Jairo creía en Él, en Su poder.

De verdad creía, o al menos eso parecía.

Jesús accede a ir con él, pero en el camino sufre una pequeña distracción. No le toma tanto tiempo ocuparse del asunto; pero, para cuando todo aquello terminó, ocurrió lo peor:

“…llegaron unos de casa del jefe de la sinagoga a decirle al padre de la niña:
—Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar más al Maestro?”.

Marcos 5:36

Muerta.

No gravemente enferma.

No peor que antes. No.

Muerta.

Se acabó. No hay nada que hacer.

“¿Para qué sigues molestando al Maestro con este asunto si ya no tiene remedio?”, le dijeron.

A pesar de la fe de Jairo.

A pesar del poder de Jesús.

A pesar de que el Maestro había aceptarlo a acompañarlo.

Todo falló. Tan cerca el milagro y se le escapó de las manos.

“Pero Jesús, sin hacer caso de ellos, le dijo al jefe de la sinagoga:
—No tengas miedo; cree solamente”.

Marcos 5:36

Jesús escuchó el mismo reporte que escuchó Jairo. Estaban juntos cuando pasó.

Sin embargo, cuando el mundo del jefe de la sinagoga se empezaba a derrumbar, cuando la esperanza quedó hecha añicos, cuando el temor le estaba llenando el corazón, el Maestro lo paró en seco y le dijo: “No tengas miedo. Cree. Todavía el milagro va a pasar. Sigue creyendo”.

A veces, como a Jairo, el peso de las malas noticias ha amenazado con despedazar mi fe.

Cuando eso ha pasado, doy gracias a Dios porque tengo a mi alrededor personas como Jesús que, al oír el mismo reporte negativo que yo, me paran en seco antes de que la duda me agarre el corazón y me dicen: “No tengas miedo”.

“Cree. Todavía Dios lo puede hacer. Nada se ha terminado”.

Jesús le dijo esas palabras a Jairo porque las necesitaba para no dejarse derrumbar; necesitaba a alguien que le recordara que el brazo de Dios puede mostrarse a nuestro favor incluso si parece que todo está perdido.

Es la fe de otros la que muchas veces nos ayuda a mantener la nuestra de pie.

Asimismo, en ocasiones, nuestra convicción de que Dios hará puede sostener a nuestro hermano un día más.

De modo que, cuando alguien que amamos escucha una noticia devastadora, tú y yo podemos ser la voz de Jesús que le recuerde que nada se acabó y que todavía vale la pena creer.

Parecerá que no hacemos gran diferencia, pero las palabras de fe siempre traerán esperanza a un corazón que se enfrenta a malas noticias.

Así como la hija de Jairo resucitó, también podemos decirles a otros que Dios también tiene el poder de resucitar sueños, finanzas, relaciones, salud y todo lo que alguna vez nos pareció perdido.

Cuando no tenemos fuerzas para creer, Dios nos conceda tener personas a nuestro alrededor que nos animen a seguir confiando; y que, además, nos conceda el privilegio de ser esas personas en la vida de alguien más.

Natacha Ramos

Publicado por Natacha R. Glorvigen

Cristiana. Publicista. Bloguera. Dios me ha cambiado la vida y vivo para contarles a otros que Él puede hacer lo mismo por cualquiera.

8 comentarios sobre “Todavía vale la pena creer

  1. Que importante recordarlo. La fe cristiana es una fe de esperanza. Aún cuando todo parezca estar en contra. Vale la pena creer, y motivar a otros a hacerlo también. Gracias Natacha, lo voy a compartir.

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