“Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones”.


“No están dadas las condiciones para elecciones democráticas”, golpea uno.
“Si no vas a votar, no tenemos forma de demostrar que hubo fraude”, contraataca ferozmente su oponente.
“Estas elecciones no deben ocurrir”, insiste el primero.
“Hemos esperado tanto por esto, ¿y no vamos a salir a votar?”, contesta el otro con cara de incredulidad.
Mientras tanto, el pasmado y ligeramente aterrorizado grupo que conforma el público se limita a observar los golpes de los contrincantes.
“Voy a votar”, decide por momentos; “mejor no voy a votar”, se replantea luego de unos minutos.
Confieso que he sido parte de ese público, de momento paralizado por la indecisión. Me he me preguntado tantas veces qué será lo mejor para mi país y de qué manera doy mejor testimonio como cristiana.
“¿Cómo vas a votar por el pastor?”.
“¿En serio le vas a dar el voto a Henri Falcón?”.
“Bertucci lidera las encuestas”. “Dicen que Falcón es el que tiene oportunidad”.
No es mi propósito que discutamos quién tiene razón.
Solo quiero destacar lo obvio: hay muchas personas con buenas intenciones y cristianos que de verdad aman a Dios en total desacuerdo sobre lo que hay que hacer este domingo.
Tenemos opiniones diferentes.
Sea cual sea nuestra posición respecto a este asunto, creo que lo más importante como creyentes es no entrar en largas discusiones para probar que tenemos razón.
Si decidiste votar, vota.
Si decidiste no votar, no votes.
Solo no condenemos al que hará distinto a nosotros, porque venezolanos enemistados entre sí es lo último que necesitamos.
Si aprendemos algo del caso expuesto en el libro de Romanos, en el capítulo 14, es que cada quien debe obrar según su propia convicción.
El que acudirá a los centros de votación este 20 de mayo lo hará porque cree que es lo correcto.
Y el que no irá, lo hace por la misma razón.
“Por lo tanto, esforcémonos por promover todo lo queconduzca a la paz y a la mutua edificación”.
En la versión Natacha Habla Hoy (chiste de cristianos), eso implica que podemos compartir los motivos de nuestra decisión y tratar de persuadir a otros a hacer como creemos que conviene, pero no debemos condenar a quien escoge hacer distinto a nosotros.
Hagamos según la certeza que tengamos en el corazón; y encomendemos nuestro país a Dios en oración, de modo que nos conceda un gobierno donde “¿será que está bien que vaya a votar?” no tenga que ser un motivo de debate ciudadano.

¡Válido para tantas cosas! Que el Señor bendiga tu país Natacha.
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Améen! ❤ Graacias, CyberSaulo 🙂
Me gustaMe gusta