“En vez de vivir, me conformé con subsistir”
Mariel
Seguramente, en algún momento de tu vida, has escuchado hablar del reconocido vallenatero Silvestre Dangond.
Si por alguna extraña razón no lo conoces, se trata de un cantante colombiano muy famoso, que, como muchos otros en su profesión, tenía una vida desastrosa, totalmente entregada a excesos: mujeres, alcohol, fiestas, etc.
Sin embargo, hace un par de años, Silvestre Dangond sorprendió al mundo entero expresando públicamente que había decidido darle su vida Jesús. Aparentemente, su vida llena de diversión, lo había envuelto en una oscuridad espantosa que poco a poco estaba acabando con todo lo que él consideraba realmente importante, como su familia y su carrera.
“La gente dice que me volverán a ver haciendo las cosas que hacía antes”, dijo Silvestre Dangond en una oportunidad, mientras lágrimas rodaban por sus mejillas, “pero yo no quiero”.
En una entrevista que le hicieron acerca de este cambio de vida tan radical, Silvestre comentó que, como resultado de los vicios en los que se involucró por tanto tiempo, había dejado de asistir a muchas giras de medios, ya no promocionaba sus discos como antes y, en general, de alguna u otra forma había estado abandonando su pasión por la música.
Luego, cuando tuvo su encuentro personal con Jesús, además de la reconciliación con su familia, un efecto visible del cambio en su interior fue el deseo de trabajar por sus sueños otra vez.
La razón de esto me parece bastante simple: cuando estamos cerca de Dios, nos atrevemos a esforzarnos más, a soñar más, a apasionarnos más por lo que hacemos. Es el resultado natural de pasar tiempo con Él: nos llena de esperanza y nos impulsa a trabajar con los talentos que ha puesto en nuestras manos.
En mi propia vida, puedo decir con plena certeza que nunca me animaría a soñar tan grande, tan alto, tan imposible si Dios no me empujara a hacerlo; Él me hace creer que puedo todo, que soy capaz de lograr más de lo que creí.
En cambio, cuando me alejo de Él, aunque sea por un momento, la pasión va en declive, me lleno de dudas en incertidumbre, me asusto, se me apagan las ideas.
Así como acercarte al fuego te da calor, acercarte a Dios te hace soñar; por eso, entiendo lo que Silvestre Dangond experimentó. Solo nuestro Padre Celestial pudo hacer que quisiera cantar otra vez; Dios hace eso en la vida del ser humano: nos despierta, nos renueva, nos fortalece.
Alejarnos de Dios nos hace olvidarnos de lo que somos y de lo que valemos, pero volver a Él nos lo recuerda con claridad.
“Entonces pasó el milagro,
de nuevo mis ojos brillaron…
volví a vivir”
Mariel
Si sientes como que tu interior está dormido y que tus sueños se apagan, Él es el Dios del gran despertar; aquel que te ayudará a encontrarte a ti mismo otra vez.
Aquí escuchas la hermosa canción que inspiró este post. ¡Gracias, Mariel!