Estoy agotada.
Pff, y eso que apenas tengo 25 años.
Pero, realmente agoté mis fuerzas la semana pasada. Por diversos motivos, me vi involucrada en toda clase de dramas en los que tuve que pasar cada segundo luchando por mis derechos, planeando mis argumentos, armando mis defensas y defendiendo mis puntos de vista una y otra vez (y otra vez).
“No es justo esto”.
“Así no se deben hacer las cosas”.
“Te equivocas al actuar de esa manera”.
Luego, iba a mi cuarto y pensaba: “Debí haber dicho tal cosa” o “la próxima vez mencionaré esto y aquello”.
Cuando me di cuenta de lo que estaba sucediendo conmigo, le dije a Dios: “Ya no quiero que pelear más. Me cansé de intentar que todos piensen como yo”.
Lo cierto es que, si vamos a convivir con seres humanos (como probablemente tienes planeado), siempre habrá diferentes opiniones acerca de una misma cosa. No hay manera en que todos estén de acuerdo con lo mismo en cada reunión o discusión que se haga debajo del sol.
En el pasado, he hablado mucho acerca de no quedarnos callados, de expresar nuestras opiniones, de librar batallas por lo que creemos; pero, hey… a veces también toca ceder. Involucrarnos interminablemente en discusiones donde cada individuo en el lugar defiende con fiereza su opinión sin importar nada más, no nos llevará a ninguna parte,
excepto, quizás, a un sitio lleno de amargura y resentimiento.
Expresar lo que uno piensa ¡está bien! Aferrarse a la idea de que cada detalle debe ser como nosotros decimos y, por tanto, tenemos que convencer a todos de que estamos en lo cierto para que hagan como nosotros pensamos… bueno, eso no está taaaan bien.
En algún momento, una parte necesita ceder para que todos sigan avanzando. Entonces, al final de la semana pensé: “Eso lo puedo hacer yo de vez en cuando”, ya sabes: ceder, colgar los guantes, dejar que el otro gane.
No hablo de dar un paso atrás cuando se trata de cosas cruciales: hay posiciones que son innegociables; en cambio, me refiero a aquellas que, en realidad, no hacen mayor diferencia y podríamos dejar pasar, mi general. Podríamos tratar algo así:
“Está bien. Que sea como tú dices”.
“Vamos a intentarlo a tu manera”.
“No estoy del todo de acuerdo, pero te ayudaré a hacerlo así a ver qué resulta”.
“La verdad no estoy seguro, pero puede que tengas razón”.
En realidad, ahora que leo esas frases, creo que me dan un poco de fatiga, ¡pero lo intentaré!
Me cansé de pelear, de tener que defenderme en cada pequeño punto solo porque pienso diferente. Mis convicciones seguro no cambiarán, pero quizás puedo intentarlo a la manera de otro para variar y, bueno, ver qué pasa.
¿Te animas a hacer lo mismo? A lo mejor resulta que no teníamos razón después de todo, y solo nos hacía falta una buena dosis de humildad.
Hola Dios te bendiga aun más, el articulo esta muy bien pero debes de ir en busca de la excelencia, a que me refiero a que bases tus artículo en la palabra de Dios, has relucir que Dios esta en el asunto lo que Él nos enseña al respecto en este caso por ejemplo hubieras usado el versículo biblico de Filipenses 2:2les pido que vivan en armonía y que se amen unos a otros. Así me harán muy feliz. Pónganse de acuerdo en lo que piensan, deseen las mismas cosas y 3no hagan nada por orgullo o sólo por pelear. Al contrario, hagan todo con humildad, y vean a los demás como mejores a ustedes mismos. 4Nadie busque el bien sólo para sí mismo, sino para todos. 5Tengan la misma manera de pensar que tuvo Jesucristo:
6Aunque Cristo siempre fue igual a Dios,
no insistió en esa igualdad
Me gustaMe gusta
¡Hola, Belen! Muchas gracias por pasarte por aquí y dejarme tus comentarios 🙂 El versículo que añades es un complemento genial para el post. ¡Dios te bendiga por montones!
Me gustaMe gusta