Andamos por fe y no por vista
Habacuc 2:4
Tenía que ser por Fe…
De todos los fundamentos posibles, el cristianismo justamente tenía que basarse en la Fe.
Confiar ciegamente en lo que no vemos; creer con abandono en aquello que todavía no está aquí.
Confiar sin sentir. Creer sin ver.
Te seré sincera: me es fácil hacerlo la mayor parte del tiempo. No tengo problema. Este es el camino que escogí, la senda que me cambió la vida y no me arrepiento. La elegiría mil veces más y apenas puedo entender cómo pude tenerla enfrente antes y pasarla de lado.
Pero, en ocasiones, me frustra.
Me frustra que Dios no aparezca de forma clara cuando siento que en verdad necesito una gran manifestación de Su poder en un momento dado.
“Hello? ¿Siquiera me estás escuchando?”
Las dudas empiezan a llenar mi mente. Algunas se atreven a clavarse en el corazón.
¿Sabes qué me queda?
Nada. Confiar.
Porque este camino es por Fe. Ya lo sé.
Dios ha revelado suficiente de sí mismo en el pasado con emociones, milagros y respuestas contundentes.
Pero, el día llega en que no veo nada con mis ojos físicos. Tengo que esperar en esta sublime y a veces agonizante confianza que Él quiere de Sus hijos.
Se siente como morir, pero Dios me ha prometido que justo así es que empezaré a vivir.
No siempre me gusta. No siempre lo quiero.
A veces me parece injusto.
Pero, aquí estoy. No me moveré. Sabía en lo que me metía cuando decidí seguir a Jesús: no siempre vas a ver. No siempre va a tener sentido. No siempre hará las cosas como las esperas.
Ok, puedo con eso. Y aun cuando no me agrade, fingiré que sí.
«Aquí tienes mi Fe imperfecta, Señor; dame tu paciencia a cambio mientras siento que juegas a las escondidas».