¿Egoísta y feliz?

“No puedes ser egoísta y ser feliz”

Lo decía siempre Joyce Meyer cuando la escuchaba predicar.

Es una de sus citas más célebres (entre una docena más).

Una buena frase, ¿cierto?

A ver, léela otra vez:

“No puedes ser egoísta y ser feliz”

¿Qué tal? ¿Qué efecto tiene en ti?

¿Te causa algún dolor?

No, a mí tampoco.

Sinceramente, ella lo decía, yo asentía con mi cabeza y seguía adelante con mi vida. Cero impacto transcendental.

Eso pasa porque no nos sentimos identificados; después de todo, tú y yo no somos egoístas, obvio no aplica con nosotros.

¿O sí?

Bueno…

Hace unos meses estuve discutiendo con mi mamá porque ella quería hacer algo de cierto modo y yo de otro.

Nada nuevo en el mundo de las relaciones madres e hijas.

Yo decía mis argumentos, ella los suyos.

Hablamos del tema hasta que me dolió la cabeza, en serio; mi frustración llegó al límite porque, sin importar cuán persuasiva fuese, no había modo de convencerla.

Me sentía impotente y muy, muy poco feliz.

Ese día, en la noche, empecé a orar y me dieron ganas de llorar porque las cosas no salían como quería. Le dije al Señor exactamente cómo me sentía pero, en vez de darme la razón, Él me hizo entender que mi egoísmo era la verdadera causa de mi frustración.

¿Egoísta, yo? ¡No puede ser!

Pero, es la verdad, no estaba pensando en mi mamá, en lo que ella quería; solo me importaba yo y eso me hacía profundamente miserable.

En palabras del apóstol Santiago, el hermano de Jesús, deseaba algo y como no lo conseguía, maté con mis palabras, reñí e hice la guerra (Santiago 4:1-3).

¿Cómo es posible que, procurando mi propia felicidad, logre exactamente lo contrario?

Sin embargo, poniendo a otros antes de mí, soy más feliz.

¡Qué locura!

El meollo del asunto es este: quizás la raíz de eso que te tiene tan mal sea tu propio egoísmo, tú pensando solo en ti, en tus objetivos nada más, en cómo te sientes al respecto.

Lo sé, lo sé. Es difícil de creer. Tómate tu tiempo para asimilarlo. Aquí estaré cuando vuelvas.

¿Listo?

Entonces, a lo mejor, lo que necesitas para hallar paz en el asunto consista en poner las necesidades del otro primero… aunque duela.

En fin, mi mamá hizo todo a su manera (bueno, porque es la mamá, ¿o no?).

Yo puse menos resistencia después y eso facilitó el asunto, ¿cuál fue mi premio? ¡Esta anécdota para el blog! Más el recuerdo de una vieja enseñanza: no puedo ser egoísta y ser feliz.

En verdad, nadie puede.

Publicado por Natacha R. Glorvigen

Cristiana. Publicista. Bloguera. Dios me ha cambiado la vida y vivo para contarles a otros que Él puede hacer lo mismo por cualquiera.

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