Hace unas semanas, vi por primera vez la película “Divergente” (sí, ya sé, me tardé un montón).
Allí conocí a una dulce chica llamada Beatrice/Tris Prior quien, víctima de muchas injusticias en la historia, irremediablemente se llena de resentimiento; tantos abusos y traiciones, le endurecen el corazón.
Por esa razón, la Tris de la primera entrega y la Tris de “Insurgente” (la segunda parte) parecen personas diferentes. Una es inocente, gentil, sincera, peligrosamente leal; la otra, dura, cerrada, iracunda, con poca tendencia a la compasión y las segundas oportunidades: vio demasiada maldad, sufrió gran parte de ella.
Quizás a ti te ha pasado igual. No, no que te quieran a asesinar porque te adaptas a las 5 facciones de tu ciudad; pero, sí te han tratado injustamente y, como consecuencia, te comportas distinto.
Te llenaste de ira.
Ahora hablas con resentimiento.
Se te endureció el corazón.
Seguramente coincidimos en que Tris tenía toda la razón para estar así y sentirse de esa forma. Nadie lo cuestiona, pero eso mismo la estaba destruyendo por dentro.
Lo mismo aplica para nosotros: las injusticias son, bueno… injustas; sin embargo, aferrarnos a ellas y acumular ira mal curada, solo acaba con nosotros. Nos cambia: nos quita la paz, nos arruina el presente, nos roba el futuro.
En especial, lo comprobé hace unas semanas cuando viví una situación en la que no se me trató con correspondía (no a mi favor, claro está); como consecuencia, mi amabilidad, amor y respeto llegaron al subsuelo.
“Esto no debería ser así”, murmuré entre dientes.
Cada vez que pensaba en lo mismo, me molestaba muchísimo y hablaba con aspereza a personas que ni tenían que ver con el problema.
Entonces, me vi. Me vi realmente y supe que incluso si tenía razón en el asunto, Dios quería algo mejor para mí que eso.
Respiré profundo y le dije a mi Padre Celestial: Señor, no quiero estar de esta manera, llena de ira por esta situación. Ayúdame a perdonar y dejarlo ir porque no puedo seguir así. No quiero seguir así. Reconozco mi resentimiento y te lo entrego a ti por no sé qué hacer con él.
¿Cansado del enojo? ¿Agotado de tanto resentimiento? Hoy puedes pedirle a ayuda a Dios. Si no tienes idea de cuáles son los pasos a seguir, te daré una pista: ir a Él con tu rabia es el primero. Justo ahí comienza el camino de regreso a la Tris que fuiste una vez.