Dios es bueno.
Lo he escuchado toda la vida. Lo he confesado con mis propios labios gran parte ella también.
¡Y no miento! Yo creo en la bondad de mi Padre Celestial.
Sin embargo, hay momentos cruciales de mi vida en que simplemente lo olvido. Actúo como si no fuera verdad.
Por alguna razón, temo, dudo, me angustio, me afano como si Dios fuese malo, indiferente, como si no se preocupara por mí o no le importaran mis cosas.
Como si se mantuviera al margen de todo viéndome sufrir.
Quizás a ti te pasa igual. A lo mejor tú también lo olvidas a veces, por eso quería escribir para ti… y para mí:
Dios es bueno.
Él tiene en mente lo mejor para ti, siempre.
Su mayor deleite es hacerte el bien.
Ríe cuando ríes. Llora cuando lloras.
Le duele disciplinarte y ama recompensarte.
Entiende lo que pasas y lo que sientes como ningún otro.
Quiere alegrar tu corazón. Inventó tu sonrisa porque le agrada verla. Cuando creó este mundo, pensó en hacer todo para tu bien.
No estoy segura de por qué atraviesas esto en este momento, pero una cosa está clara: Dios se preocupa por ti y tiene planes buenos para tu vida.
¿Qué pasaría si creyéramos eso ahora mismo, si estuviéramos convencidos sin sombra de duda de que es así?
Dormiríamos mejor.
Estaríamos tranquilos porque, sea como sea, Dios tiene control y no iremos a un lugar donde Su bondad no nos alcance.
Estamos confiados en Su brazo protector donde el mal no puede abrumarnos.
Puede que no todo sea como pensamos, pero Él es bueno y tiene presente lo mejor para mí.
Una persona con esa absoluta certeza en la mente y el corazón, ¿cómo enfrentaría este mismo problema?
Hacerme esa pregunta me recuerda que sí puedo reaccionar diferente, me recuerda que no estoy sola en esto. Dios está de mi lado. Él es bueno y lucha conmigo, por mí y no en mi contra.
Dios es bueno y en esa verdad podemos descansar.
“Y me alegraré con ellos haciéndoles bien”
Jeremías 32:41
Natacha R. Glorvigen 