Si no has visto Enredados de Disney (bueno, deberías),
cumplo con decirte que aquí encontrarás muchos spoilers.
Flynn: Rapunzel
Rapunzel: ¿Qué?
Flynn: Tú eras mi nuevo sueño
Rapunzel: Y tú el mío
En esta hermosa película de Disney los sueños son muy importantes, todo gira en torno a ellos:
El sueño de Rapunzel, la princesa en incógnito: ver de cerca las linternas flotantes siempre presentes el día de su cumpleaños.
El sueño de Flynn, el ladrón: tener mucho dinero (ya lo veíamos venir).
En la historia, Flynn se ve en la obligación de ayudar a Rapunzel a llegar hasta esas linternas, a cambio de la corona robada que ella le confiscó temporalmente.
En el viaje se unen mucho, luchan el uno por el otro y comparten sus secretos. Cuando llegan al lugar donde se hallan las luces, ella le confiesa a Flynn su más grande temor:
R: ¿Y qué si esto no es lo que siempre soñé?
F: Lo será
R: ¿Y qué pasa si lo es? ¿Qué haré entonces?
F: Bueno, esa es la mejor parte, supongo. Tendrás que encontrar un nuevo sueño.
En el momento en que Rapunzel está a punto de cumplir su parte del trato: devolverle la corona a Flynn, él la rechaza. La razón es simple:
Su corazón ya no estaba en el dinero, eso lo tuvo de cerca y no le bastó. Su sueño ahora era Rapunzel.
A ella le sucedió lo mismo, después de haber presenciado el espectáculo de las linternas, se dio cuenta de que su sueño verdadero era Flynn.
Lindo, ¿verdad?
Al igual que Rapunzel y Flynn, yo siempre he tenido un sueño: expresar de todas las formas posibles aquello que Dios me ha enseñado.
Se lo he contado al Señor muchas veces y de muchas maneras: seria, entre lágrimas, sonriendo, con miedo.
Sin embargo, hace unos meses, en una vigilia de mi Iglesia, durante un tiempo especial de adoración, entendí que lograr eso no me serviría de nada si Él no está conmigo.
Yo sé que siempre lo decimos, pero esa noche Dios lo trató de forma especial conmigo. Tan afanada seguramente me encontraba por alcanzar el anhelo en mi corazón que olvidé esa verdad.
Porque Él tocó mi corazón esa noche, le pude decir: quédate con todo lo demás. Tú eres mi sueño. No tengo anhelo más grande que Tú. No quiero más nada. Tú eres mi sueño.
No significa que no deseemos nada en el mundo, pero es importante asegurarnos de que Él esté por encima de todo.
Se supone que podamos ver nuestro sueño a la cara y decirle: hay algo que quiero más que a ti… a Dios.
Creo que nada honra más a nuestro Padre Celestial que declararle: hay muchas cosas que quiero, pero más allá de todo, Tú eres mi sueño.
Lindo, ¿verdad?
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