Hace unos meses, la cantante cristiana Christy Nockels lanzó al mercado su nueva producción llamada “Let it be Jesus” (Sea Jesús).
El día del lanzamiento ella publicó un post en su blog que me impactó mucho.
Allí, Christy contó sobre una entrevista en la que le preguntaron cómo hacía para vivir las letras de sus canciones, tan apasionadas por Dios y por hacer Su voluntad.
Es decir: ¿cómo haces para levantarte todos los días y, de hecho, tener esa convicción que transmiten tus canciones?
La respuesta me pareció muy acertada.
Ella dijo que no se le hacía difícil vivir las letras que componía porque, en realidad, las había vivido antes de escribirlas.
Cada canción es el resultado directo de su andar con Dios, habla de su propia experiencia, no de lo que otros le contaron.
Cuando expresa “no estoy sola, hay una roca sobre la que he sido edificada”, lo hace porque ha estado en el valle de sombra de muerte y se ha dado cuenta de que Dios sigue ahí, no la abandona, por eso lo puede escribir.
Ha visto la soledad, el temor y la angustia directo a los ojos y el Señor la ha sostenido. Sus letras simplemente transmiten lo aprendido en su jornada con Él.
¿No debería ser ese el caso de todos nosotros?
Tal como leí hace unos días: el pájaro no canta porque tiene que cantar, canta porque tiene una canción.
Nosotros los seguidores de Jesús tenemos una canción que se desborda en nuestro ser como resultado de Su obra en nuestras vidas.
Christy con su música le pone letras a esa canción del corazón, otros le ponemos palabras en un blog, otros la bailan y otras trabajan tarareándola en lo profundo de su ser.
Sea como sea, hablamos de lo que hemos visto y oído, y no sabemos parar de hacerlo.
No cantamos porque tengamos que hacerlo, cantamos porque tenemos una canción y, con la ayuda de Dios, será una que otros quieran cantar.
Natacha R. Glorvigen 