Creo que siempre he sabido que ciertas situaciones en la vida simplemente no tienen solución.
El dolor de perder un ser querido, una oportunidad pasada por alto, un corazón roto, una mala decisión tomada… a veces, son enfermedades; otras, luchas en tu interior.
Ya sé, ya sé.
Quizás entras a un blog como este esperando recibir respuestas y consejos para resolver problemas, pero seamos honestos (por lo menos aquí): muchas circunstancias no se arreglan. Vives con ellas.
El mejor ejemplo de esto lo vemos en la película Una mente brillante.
Sí, es una poco vieja, pero la lección que aprendí al verla todavía la tengo presente (de sol a sol).
ATENCIÓN: si no has visto esta película y no quieres spoilers, detente ahora, aquí encontrarás muchos.
Como recordarás, en esta historia basada en hechos de la vida real, John Nash es un joven prodigioso con un gran deseo de hacer un aporte significativo en el mundo matemático, sin embargo, se vio afectado por la esquizofrenia.
Entre otras cosas, veía a 3 personas que realmente no existían, su mejor amigo incluido (imagínate), y creía estar involucrado en situaciones de seguridad nacional que no sucedían en verdad.
Cuando la esposa de John lo enfrenta sobre la realidad de lo que le pasa, este se resiste mucho (lógicamente) a la idea de que todo es una mentira, pero finalmente lo acepta.
El tiempo pasó y vimos a un John Nash de edad muy avanzada que logró con mucha dificultad ser aceptado como profesor de su alma mater y, además, fue nominado al Premio Nobel de Economía (el cual ganó, por cierto).
Sin embargo, un poco antes del final, tenemos la oportunidad de presenciar dos momentos increíbles.
**MOMENTOS INCREÍBLES**
1) Un hombre a quien John no conoce se le acerca para hablarle. Ante esto, John le pregunta a una chica de su clase si puede ver a esa persona también, porque podía ser una alucinación suya. La joven, un poco confundida, le asegura que es real el hombre.
2) Un viejo amigo de John, jefe del departamento de matemáticas de Princeton, le pregunta si todavía están allí las mismas 3 personas que alucinaba en el pasado, a lo que él responde afirmativamente.
El mensaje es claro: la lucha siempre estuvo presente. Siempre. Nunca se fue.
John Nash siempre fue esquizofrénico. Recibió su premio nobel siendo esquizofrénico.
¿Cómo lo hizo?
En primer lugar, dejó de hablar con sus alucinaciones; además, tomaba rigurosamente sus medicamentos. Le tomó mucho tiempo, pero aprendió a vivir con la situación del mejor modo posible con la mayor sabiduría para evitar recaídas.
Eso. Lee bien. Eso es una lección de vida.
Hay situaciones que no se van, solo se aprende a vivir con ellas.
Dios no siempre quita los desafíos, las pruebas, las luchas, a veces, solo te ayuda a atravesarlos. Un día a la vez.
Sí, hay veces en las que el Señor remueve los conflictos o las tentaciones, pero te seré sincera: hay veces que no.
Sin embargo, en esas situaciones tenemos esta promesa: la gracia de Dios será suficiente para ayudarnos y sostenernos (2da Corintios 12:9).
Momentos en que el Señor te libra completamente de cosas llegarán, pero también enfrentarás otros en que Él no removerá el problema sino que te acompañará paso a paso en la travesía.
Te hablo de esa situación familiar, esa inseguridad, esa tentación…
Esta es la verdad, recíbela aquí porque no muchos te lo querrán decir: hay situaciones que no se van, solo se aprende a vivir con ellas y Dios te ayuda a hacerlo.
¿Por qué?
¡No sé! Pero, te diré algo, sea lo que sea, es mejor atravesarlo de la mano de Papá.