Tú creaste mis entrañas;
me formaste en el vientre de mi madre.
¡Te alabo porque soy una creación admirable!
(Salmos 139:13-14)
Canción escrita por el Rey David a quien quizás no le costaba sentirse una creación admirable porque “era rubio, de ojos hermosos y bien parecido” (1 Samuel 16:12).
Así cualquiera.
¿Qué de ti y de mí que tenemos ojeras, kilos de más, pies mal formados y ojos que no miran en la misma dirección?
¿Le damos la gloria a Dios por eso también?
¿Cómo celebramos nuestro mal temperamento, pereza constante, evidente cobardía y facilidad para caer en muchas tentaciones?
¿Le agradecemos al Señor por ello?
La conclusión es sencilla: no somos una creación admirable. Solo basta con mirarnos.
Pero, por alguna razón, Dios insiste en lo contrario.
Empezaré diciendo que muchas de las cosas que nos criticamos son producto de ideas absurdas que tiene nuestra sociedad acerca de la belleza y la personalidad perfecta; ideas que no reflejan en nada el corazón de nuestro Padre Celestial.
Ahora, en cuanto al resto de los defectos, esto es lo que diré al respecto:
El Señor nos diseñó perfectos. Cada detalle y cada fibra de nuestro ser las hizo a propósito con un propósito.
Él no hace basura. A Él le gustó lo que hizo. Lo creó para sí y está contento con el resultado.
Sin embargo, algo salió terriblemente mal.
Su creación perfecta se contaminó con el pecado y su diseño original se corrompió. Eso ya es de nuestro conocimiento: tú y yo no somos todo lo que deberíamos ser ahora mismo (eso lo saben hasta quienes no creen en Dios).
Por ello, Dios se planteó un gran proyecto: rescatar su diseño original.
Por eso, envió a Su Hijo para el perdón de nuestros pecados y la salvación de nuestras almas, que habían sido condenadas por el peso de nuestras rebeliones.
Cuando aceptamos a Jesús como nuestro Salvador y Señor, Él comienza a transformarnos en esa persona que diseñó desde el principio.
Esta es nuestra promesa: Dios ha comenzado una obra y la completará (Filipenses 1:6).
La buena noticia es que mientras más te relacionas con el Señor y le permites hacer cambios en tu vida, más te pareces a Su diseño original,
Tú eres más tú en la medida que esos cambios van ocurriendo, pero solo estaremos listos cuando Él vuelva por nosotros.
Mientras ese proceso se da, Dios nos ve perfectos, puros y dignos a través de la persona de Jesús. En Él, ya somos todo lo que debemos de ser aunque no lo veamos todavía en el mundo físico (1 Juan 3:2).
Considerando todas estas cosas, cito al pastor Andy Stanley cuando dice:
Dios no ha terminado Su obra en ti,
pero Él está bien contigo.
No es la voluntad de Dios que te critiques, te maltrates y hables mal de ti mismo. Él te formó y está trabajando contigo para volver completamente al diseño original, pero hasta que ese día llegue, Él te ama y te acepta en la persona de Jesús.
Rechazarte, tratarte como basura y hablar horrores de ti mismo es menospreciar todas las molestias que Dios se está tomando por ti y por tu rescate.
No he sido muy buena haciendo esto en el pasado, pero he tomado la decisión de dejar de criticar casi cada cosa que hago y aceptar el amor incondicional que mi Padre Celestial tiene para mí. No porque lo merezco, sino porque Él quiere dármelo y no seré yo quien lo detenga.
Dios está interesado en ti porque no hay otra persona como tú.
Desde Adán hasta que Cristo vuelva no habrá otra sonrisa como la tuya. Nadie sabrá amar al Señor como tú lo haces.
Decídete a llenar de alegría el corazón de Dios al celebrar la obra formidable que hizo en ti.
Él ya lo hace.
Un comentario en “¿Admirable? ¿Yo?”