¿Has sentido alguna vez la presión de tener que lograr más en la vida?
Tus amigos, familiares, profesores… la sociedad en general, te anima a siempre escalar otra montaña, cumplir otra meta, intentar nuevas cosas.
¡Sé grande! ¡Haz algo importante! ¡Domina el mundo!
Estarás de acuerdo conmigo en que a veces es sumamente agotador cumplir con expectativas tan altas.
Pero, luego encontramos el otro extremo.
Justo en la vejez.
Cero presiones.
Los ancianos ya lucharon, trabajaron, lograron, así que los dejan en paz. Les corresponde relajarse, disfrutar y descansar. ¡A jubilarse!
Suena perfecto.
Sin embargo, esa etapa de la vida puede ser bastante solitaria.
Alrededor solo están personas más jóvenes consumidas con la idea de llegar cada vez más alto. Por eso, tienen poco tiempo para sentarse y conversar sobre el pasado como a los viejitos tanto les gusta.
De este tema, habla un poco el libro de Francine Rivers titulado “Leota’s garden” (El Jardín de Leota).
La historia se centra en una ancianita (Leota) abandonada por sus hijos, que pasa gran parte de su tiempo anhelando que “Dios se la lleve de una vez por todas”. Imagínate.
Todo cambia cuando una de sus nietas, Annie, comienza a visitarla regularmente. Apenas la conocía, pero esta dulce jovencita decidió que quería enmendar eso.
La primera vez que Annie visitó a su abuela (luego de cuatro años sin saber de ella siquiera), Leota estaba impactada. Justo unas horas antes había pedido la muerte de nuevo.
Lo más interesante para mí fue esto:
Cuando Annie se sentó en la sala de la ancianita, Leota solo pensaba en una cosa: “¿Cuánto tiempo tengo para conocerla? ¿Volverá a visitarme?”:
Tan pronto leí eso, tuve que dejar el libro por unos minutos porque me recordó muchísimo a mi propia abuela.
Cuando ella me ve, una de las primeras cosas que me dice es “¿cuándo vuelves?”, y eso que recién estoy llegando. Yo no sabía por qué lo hacía hasta que Leota dijo lo mismo.
Ahí, lo entendí.
Mi abuela quiere asegurarse de que voy a volver.
Hasta ese momento, nunca me había detenido a pensar que lo más importante que le puedo dar a mi abuela es… bueno, a mí. Tiempo conmigo. Verme.
“No todas las abuelas son así”, dices tú.
¿No?
¿No todas los abuelos quieren amor de sus nietos?
¿No todos aprecian que hagamos espacio en nuestras agendas para ellos?
En este mundo tan ocupado, hay muy poco tiempo para los ancianos, en especial cuando no son de la clase activa que aún trabaja o hace cosas por el hogar.
Así que quisiera animarte, así como Francine Rivers lo hizo conmigo, a hacer algo extra especial por tus abuelos. Una llamada, una visita inesperada, un detalle especial. Algo para mostrarles amor.
A ti te hará sentir súper bien. A ellos, les marcará la vida para siempre.
Natasha, ¿Podrías decirme dónde descargo el PDF en español?
Me gustaMe gusta