El día que conocí a Joyce Meyer

¡Gracias por pasarte por mi blog!

Creo que no he mencionado esto por aquí así que lo haré ahora:

A pesar de que decidí ser cristiana a los 14 años (ahora tengo 23 si quieres saber), luché mucho con la fe desde ese momento.

Por más o menos 5 años después de mi decisión por Cristo, dudé mucho de Dios, de Jesús, de la Biblia y todo eso. Solo el Señor me ayudó, me entendió y me amó durante ese tiempo tan difícil.

Una persona que Él usó mucho en mi vida en esa época fue Joyce Meyer, una predicadora muy famosa (al menos entre los cristianos).

Su enseñanza práctica y fe inquebrantable fueron un ejemplo para mí. Dios la usó para fortalecerme y estoy agradecida más allá de las palabras por todo lo que aprendí de ella.

En una oportunidad, Joyce entrevistó en su programa a un pastor llamado Andy Stanley e inmediatamente lo amé. Ambos, Joyce y Andy fueron y son una gran inspiración para mí. No puedo decirlo suficiente.

Te podrás imaginar que verlos en persona era un sueño para mí pero, como todo sueño, parecía totalmente imposible. No tenía visa ni dinero suficiente para viajar así que solo era eso: un sueño. Ni siquiera consideraba que podía pasar realmente.

Quizás sepas que Joyce Meyer organiza anualmente una conferencia de mujeres en la ciudad de San Luís, Misuri. Es el único evento al que invita predicadores para que se unan a ella en la enseñanza de la palabra.

Inmediatamente después de la conferencia de 2012, entré en su página web para saber quiénes sería los invitados el año siguiente (solo por diversión). Los predicadores eran: Priscilla Shirer y… sí, el pastor Andy Stanley.

Tenía que ir.

Sabía que esa conferencia era de algún modo para mí. Una proyecto celestial para bendecirme (qué egoísta, lo sé, pero no pude evitarlo).

Llamé a mi mamá y le di la noticia. Quería ir a la conferencia.

Mi mamá (Dios bendiga su corazón) me tomó en serio y la aventura empezó. Dios abrió puertas para nosotras. Hizo milagro tras milagro para que mi mamá y yo pudiéramos ir a este loco viaje.

Nos montamos en un avión de Venezuela a Panamá, de Panamá a Miami, de Miami a Chicago y (finalmente) de Chicago a San Luís.

Imagen 2Estoy escribiendo esto y estoy segura de que estuve ahí. ¡Tengo fotos para probarlo! Y aun así todavía no puedo creer que lo hicimos. Solo Dios pudo. De verdad. Solo Dios Todopoderoso hizo eso por nosotras.

Mi mamá y yo nos registramos en el hotel y fuimos a la primera sesión de la conferencia.

La cantante Natalie Grant dirigió la adoración y luego… allí estaba ella, Joyce Meyer. Estaba justo ahí en una de sus conferencias. La había visto tantas, tantas veces desde mi computadora y ahora era parte de la multitud.

Lloré.

Joyce predicó y terminó la primera sesión.

Así pasó con el resto. Increíble adoración. Maravillosa predica. De vuelta al hotel.

Fue una gran bendición pero aún no había visto a Joyce de cerca porque estábamos sentadas en la sección de español, muy lejos del escenario.

En la última sesión, mi mamá me animó a acercarme y lo hice.

Me aproximé lo más que pude a la plataforma durante la adoración para poder ver de cerca a Joyce cuando saliera.

No podía creer que estaba allí. Estaba a la expectativa (de qué, no sé), solo a la expectativa.

El momento llegó.

La música terminó. El público aplaudió. Las luces se encendieron.

Joyce Meyer salió y…

Y…

Bueno, nada.

De verdad, nada pasó.

Nada pasó en absoluto.

No sentí nada. Nada cambió. Ni siquiera quería llorar. Solo estaba ahí parada.

En serio, ¿qué creía? ¿Qué estaba esperando? ¿Transfigurarme o qué?

Vi a Joyce y parecía tan… normal (sin ofender, claro).

Una persona como yo.

Tenías que haberme visto.

Una venezolana que viajó todo el camino hasta San Luís, Misuri al borde del colapso solo porque Joyce Meyer era… solo una persona con un gran don de enseñanza.

Me sentí desfallecer pero lo entendí. De verdad lo entendí.

Nunca fue Joyce. Siempre fue Dios. Entenderlo me golpeó como un balde de agua fría.

Él me ayudó, Él me enseñó. Él me tomó de mi mano porque, realmente, Joyce es solo una persona. Ella no puede hacer eso.

Dios la usó pero la gloria es Suya solamente.

Fui a San Luís a conocer a la persona que me ayudó cuando en verdad esa persona está aquí conmigo en Venezuela. Justo a mi lado. Todo el tiempo.

No me malinterpretes. Joyce todavía es alguien a quien admiro, pero la vi. Sé que es una persona como yo a quien Dios usa muchísimo porque ella se lo permite.

Pero, ella no es Dios. Nunca lo será.

Fui al hotel esa tarde y traté de asimilar todo el impacto de esa profunda revelación.

Dios había sido fiel y me llevó a ese lugar para mostrarme que Él es.

Él es. Solo Él es.

Joyce es una persona. Dios es Dios.

Joyce ni siquiera sabe mi nombre. En cambio, Dios… oh, Dios ha caminado conmigo, ha estado a mi lado todas esas veces que lloré hasta quedarme dormida.

Si admiras a un predicador/pastor/cantante, adelante, admíralo, aprende de él pero, por favor, entiende en tu corazón que no es Dios.

Luego, fui de San Luís a Chicago, de Chicago a Miami, de Miami a Panamá y (finalmente) de Panamá a Venezuela con la certeza de que no tenía necesidad de ir a ninguna parte. Tengo todo lo que necesito aquí conmigo. Tengo a Dios. Eso es suficiente. Siempre suficiente.

Imagen 3

Publicado por Natacha R. Glorvigen

Cristiana. Publicista. Bloguera. Dios me ha cambiado la vida y vivo para contarles a otros que Él puede hacer lo mismo por cualquiera.

4 comentarios sobre “El día que conocí a Joyce Meyer

  1. Como me encanta leer tus publicaciones Natacha, definitivamente eres instrumento en las manos de Dios. Logras transmitir a través de tus post tu alegria sencillez naturalidad espontaneidad y sabiduría creo q a pesar de tu corta edad comparada con la mia jejeje haz logrado captar de manera eficaz la atención de tus lectores, tienes la capacidad de hacerme dejar por un instante mis quehaceres diarios (que son muchos) para disfrutar y aprender de tus escritos. Esta generación necesita mas personas como tu para ser instruidas eres una Mega Bendición… Atentamente a busy Mom😜

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  2. He visto muchas veces y debo decir que bastante decepcionada, el como cristianos llegan al punto de la idolatría por «personas», pierden el objetivo. Nuestra mirada debe pertenecer siempre a Jesús. Estoy convencida de que es así, no hay nadie como El, no hay otro lugar al que dirigir nuestros ojos. Dios te bendiga siempre Natacha por permitir también que Dios te use. ¿Sabes?, tu eres una Joyce Meyer que habla y escribe en español.

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    1. ¡Tan hermosa, Mary! 😀
      Es cierto lo que dices. Creo que por eso también colocamos expectativas poco realistas en los demás: esperamos de ellos lo que solo el Señor puede dar.
      Él nos conceda mantener la mirada fija en el único que realmente hace la diferencia.
      Gracias por escribir. ¡Dios te bendiga!

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