Recientemente, estaba leyendo un libro llamado “La caja de oración” (The Prayer Box) de Lisa Wingate.
En la historia, queda claro que la protagonista (Tandi) ha llevado una vida muy complicada y está tratando (en serio tratando) de resolver muchas cosas con la ayuda de Dios.
A Tandi le ofrecen el trabajo de reparar una pared de madera que tenía algunas filtraciones agua.
La oportunidad parecía enviada del cielo porque necesitaba con urgencia el dinero, así que aceptó. Ella no tenía mucha experiencia en el área pero sí había ayudado a su papá cuando realizaba ese tipo de labores.
Cuando le comenta a su novio sobre el trabajo, este le da una lista de razones de por qué esa idea resulta tan absurda y cómo ella en verdad no es capaz de reparar esa pared (sí, el tipo es horrible).
Inmediatamente, ella piensa lo siguiente:
“Puede que Ross (el novio malvado) esté en lo correcto. Nunca he hecho esta clase de cosas, solo ayudé a mi papá a reparar las casas en las que vivíamos”.
Entonces, comienza a considerar la posibilidad de rechazar la propuesta. Los razonamientos de Ross la estaban convenciendo de su incapacidad.
Era verdad todo lo que él le decía, pensaba Tandi. A simple vista, no había ninguna posibilidad de que ella cumpliera esa labor satisfactoriamente, se equivocó al aceptar.
Muchas veces, nosotros también nos hallamos en esos mismos zapatos.
Sabemos cuál es la voluntad de Dios. Entendemos con claridad qué quiere que hagamos, pero nos creemos la persona incorrecta.
Nuestras fuerzas son muy pocas. Nuestra incapacidad se ve a millas de distancia (kilómetros, pues).
Cuando llegan esos momentos, he aprendido algo vital: no tiene sentido razonar mucho la situación o analizar si podemos.
Lo único que importa es si vamos dar el paso al frente y obedecer de todas maneras o no. Lo relevante aquí es si dejaremos que esos argumentos nos paralicen o si seguiremos adelante con todo y que no nos sentimos preparados.
No esperes a que cada pensamiento esté de acuerdo contigo. Es probable que no pase nunca. ¿Eso te detendrá? ¿Tu razonamiento tiene el potencial de parar tus metas y sueños? Yo te recomiendo que no le des ese poder.
Algunas cosas simplemente no van a tener sentido y ya. Pero, si estás convencido de que Dios quiere que hagas algo, adelante. Da el paso.
Quizás te sorprendas de que, en realidad, la gente como Ross no tiene razón. A lo mejor descubres que es el Señor quien la tiene después de todo.
Cuando Él te encomendó cierta tarea, no se equivocó.
El día que puso esa carga en tu corazón, ten por seguro que escogió a la persona correcta.
Si quieres, toma este blog como ejemplo. A veces empiezo a escribir y pienso: “a nadie le va a importar esto”, “nadie lo va a leer”, “no hará ninguna diferencia”.
Y en serio parece lo más razonable del mundo.
Sin embargo, pongo en práctica esto que te digo: escribo igual.
No me pongo a pelear con cada pensamiento. Sé que no se irán de una vez. Pero, no les doy el poder de detenerme. No les doy la autoridad para parar mis pies cuando sé que estoy en la senda correcta.
¿Te animas hoy a hacer lo mismo?
¿Te animas a aceptar el trabajo que te corresponde aunque tu mente te diga que no estás preparado?
“¿Y si me caigo?
Pero, oh cariño,
¿y si vuelas?”
Erin Hanson