¿Te has sentido frustrado alguna vez porque no entiendes la Biblia?
Uff, yo sí.
Puede ser bastante complicada de entender, especialmente cuando te encuentras con cosas como esta:
Romanos 12:20
“Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza”.
¿Ah?
Por lo menos suena como que le pasa algo malo al otro.
Muchos abandonan la idea de leerla por sí mismos precisamente por la dificultad del lenguaje. Algunos, más optimistas, siguen leyendo y agarran lo que pueden.
El problema en casos como ese es el tipo de traducción.
Déjame explicarme:
Quizás sabes que, en realidad, la Biblia no es un libro sino una colección de manuscritos antiguos escritos por un periodo de 1500 (aproximadamente) por cerca de 40 autores diferentes en al menos tres idiomas: hebreo, arameo y griego.
En el mundo ideal, tú y yo sabríamos hebreo, arameo y griego, leeríamos los textos en su lengua original y entenderíamos perfectamente. Pero, como no es así, hombres y mujeres muy bien preparados han dedicado su vida para hacer traducciones lo más fieles posibles al texto real.
No sé si sabes algún otro idioma aparte del español, pero si es así, tendrás más o menos idea de lo difícil que es la labor de traducción, en serio; muchas palabras ni siquiera tienen equivalencia entre una lengua y otra. A veces, no queda claro lo que el autor realmente quería decir y los traductores toman decisiones con base en su opinión, a veces acertada, claro está, pero otras, pues no.
Ahora bien, para comenzar el trabajo, estos profesionales deben tomar la decisión de qué tipo traducción quieren hacer. Conozco tres tipos (quizás hay más, pero estos son los que sé):
Traducción literal: busca las palabras y la gramática más parecidas a la lengua original.
Ventaja:
Te da una idea de lo que realmente dice el texto en el hebreo, arameo o griego.
Desventaja:
Generalmente, el resultado es un castellano que poco se habla (poco se entiende).
Ejemplo:
La queridísima Reina-Valera de 1960 (RV60), casi todos los cristianos han usado o usan esta versión (de ahí viene el ejemplo de arriba, jeje).
Equivalente dinámico: busca mantener el significado del griego o hebreo con palabras, gramática y expresiones comunes al castellano (nada fácil, eh).
Ventaja
Actualiza las cuestiones del idioma sin alterar los aspectos históricos, culturales y fácticos del texto.
Desventaja
En algunas ocasiones, modifican el significado original en su intento de lograr una equivalencia de palabras, incluso si no es viable en español.
Ejemplo:
Nueva Versión Internacional (NVI)
Reina-Valera Revisada 1995 (RVR1995)
Traducción libre: traduce ideas y no palabras exactas del original, se basa mucho (mucho) en la interpretación de los traductores (mucho).
Ventaja:
Es útil para comprender el posible significado de un texto.
Desventaja:
Puede llegar a tomarse demasiadas libertades en su intento de actualizar el idioma original al castellano.
Ejemplo:
Traducción en Lenguaje Actual (TLA)
Dios Habla Hoy (DHH)
¿Qué te recomiendo?
Utiliza principalmente una versión que haga una equivalencia dinámica de la Biblia (vas a entender mucho mejor), pero compárala siempre con versiones que sigan las otras teorías de traducción, ya sabes más o menos en qué consiste cada una.
Aquí, puedes encontrar varias traducciones:

Por cierto, mira cómo traduce la Nueva Versión Internacional el versículo que vimos más arriba:
Romanos 12:20
Antes bien,
«Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer;
si tiene sed, dale de beber.
Actuando así, harás que se avergüence de su conducta.»
Aaahhh…